¿ Muerta ? No, no lo creo así. Te saliste de tu divino templo humano porque ya no lo resistías, eso es todo y te fuiste en paz y sonriente para ser niña de nuevo y recoger fresas silvestres allá en las alturas de Pasto Viejo, en los montes de Cayey, donde ahora preparas el camino para nuestro encuentro, si es que realmente lo habrá. No hay tiempo ni espacio que nos límite en la imaginación. Mientras acá te decíamos adiós, allá donde estés o no estés, te recibían con los brazos abiertos. Sé que no necesito escribirte esta carta pues tú la lees en el pensamiento, pero aun así lo hago. Desde que te fuiste para el otro lado, vivir es como flotar en un vacío. Es natural, nos pasa a todos, lo sé. Pero son solo unas cuantas líneas, tú sabes que no hablo mucho. Nunca te envié una carta cuando estuve lejos de ti, que ironía, ¿verdad?; mas no por que no supieras leer sino porque fui egoísta como todos lo somos, naturaleza nuestra que nos define como especie ...
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